Vuelvo a coincidir con lo dicho por Jesús Eguiguren. Se sigue haciendo campaña a “Amaiur”, la Izquierda Abertzale o como se quiera denominar. La decisión de la Mesa del Congreso de rechazar el recurso de esta coalición en relación a la constitución de un grupo parlamentario propio, es una torpeza política de primer nivel. Al margen de cuestiones formales, puesto que el reglamento podía ser interpretado de manera más amplia, la cerrazón con la que el PP ha contestado a “Amaiur” pone en evidencia la necesidad de retroalimentación que los polos políticos tienen entre sí. Y eso es malo pues nos lleva a derivas ya conocidas en las que la “acción-reacción” se convierte en una dinámica que terminará por envolverlo todo.
La Izquierda Abertzale ha sabido rentabilizar el victimismo como un combustible idóneo para su estrategia política. El vivir permanentemente perseguido, asediado por los poderes públicos le ha hecho fuerte frente al electorado y la opinión pública.
Bajo la coraza de sentirse atacada, la Izquierda Abertzale esconde todas sus debilidades y contradicciones y, como en el judo, utiliza la fuerza que el adversario imprime sobre su organización para devolver el golpe. Es decir que cuanto más acoso, más razones para argumentar su radicalidad.
El PP, en un primer análisis, quizá también esté interesado en mostrarse radical frente a la Izquierda Abertzale. Tiene, dentro de su universo de apoyo, a mucho recalcitrante que jalea y arenga a los de Rajoy para que mantengan a raya a los “batasunos”. Y en su inconsciencia del “mamporro” como receta política enquistan un nuevo campo de juego democrático que debiera haberse ampliado en sus dimensiones desde la declaración de “cese definitivo” de la violencia por parte de ETA.
No es lógica la reedición de las trincheras cuando todo el mundo exige diálogo. No es inteligente, pues legitimados cada cual en sus papeles institucionales y de representación, unos y otros se necesitarán en algún momento para gobernar o para llevar adelante acciones sectoriales o puntuales. No resulta entendible que en determinadas instituciones se sumen votos y en el ambiente general se nieguen el saludo.
Basagoiti debiera hacer que su voz fuera escuchada en Génova. Si su intención es buscar un nuevo espacio para el PP vasco no debiera permitir que los argumentos de Mayor Oreja o San Gil ganaran posiciones en el partido gobernante en el Estado. Los tiempos del enfrentamiento lastraron la imagen y la credibilidad de los populares en el electorado vasco. Llevaron a sus siglas a ser consideradas -según todos los estudios sociológicos- como la del partido menos deseado de la sociopolítica vasca.
Basagoiti se ha empeñado en recuperar la imagen de centralidad del PP y estos primeros coletazos de su nueva “mayoría absoluta” en nada le ayudan en su esfuerzo. Al contrario, pues la Izquierda Abertzale vive como pez en el agua en esta situación.
Además, no es de recibo pedir tiempo a los demás para, sin presiones, poder abordar los problemas anotados en la agenda, y, en paralelo, sacudir el avispero para agitación general. Así, que jueguen ellos. Que los demás ya nos cuidaremos de establecer nuestras propias decisiones en virtud de los comportamientos de cada cual.
Por eso coincido, una vez más con Jesús Eguiguren; el PP hace la campaña a la Izquierda Abertzale. Un poquito de formalidad. Poco, pero que dure.
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