viernes, 26 de diciembre de 2014

FÚTBOL, OFICIALIDAD Y PACHANGA

No suelo ir al fútbol. Me gusta. Me apasiona este deporte. Pero hace tiempo que decidí apartarme de los estadios y del juego en vivo y en directo. Lo hago por mi bien. Porque soy consciente en lo que me transformo en una grada. Es como una metamorfosis instantánea, en la que el ser racional se convierte en el “increíble Hulk”. Es como si mis genes de neandertal  escasamente evolucionado se activaran a la vez en una transfiguración repentina. Apareciendo en escena el “energúmeno”. Ese ser que vocifera, increpa, protesta y airadamente reparte estopa dialéctica y anima indistintamente, incomodando a propios y extraños.

Desde chaval fui un apasionado del balompié. Mi padre me hizo socio del equipo local, el Basconia. Y no había partido que me perdiera. En aquella preferencia lateral de Basozelai. Con horarios intempestivos. Mediodías sin vermut. Y tardes con los garbanzos en la garganta tras subir la cuesta  que llevaba desde el ayuntamiento hasta  el recinto futbolero.

Jornadas con olor a linimento, con “café torero” en el ambigú. Con rifa de un jamón en el descanso y con linieres que corrían la banda dos metros campo adentro, por temor a los aficionados más fieros y más inconscientes. Y que recuperaron su terreno cuando las vallas se hicieron obligatorias. Encerrando como a las fieras a un público, que poco a poco, se volvió más social y comprensivo.

He defendido mis colores con pasión y vehemencia. Demasiada. Nunca con violencia. Me aterra. Pero sí, resulto ruidoso. Molesto. La última vez que pisé el viejo San Mamés –el nuevo aún no lo he estrenado- monté tal despropósito durante la primera parte del partido (partido de copa) que en el descanso quienes  se situaban en la localidad de abajo compartieron su bota de vino con mi fila de asiento y llegado mi turno, me saltaron y corrieron el turno.  Fue todo un signo.  Cuando llegué a casa lo medité. Y llegué a la conclusión de que si no sabía comportarme ante la tensión balompédica, debía evitar  ese “pico” de adrenalina que me convertía en “hooligan”  vociferante. Y decidí seguir el fútbol encerrado entre cuatro paredes.

Así sigue siendo. Bien por la radio –era adicto al “Bacalao, Bacalao” de nuestro entrañable Hoss Iragorri-, por la televisión o a través de internet, cada partido del Athletic  transforma a Mediavilla en el “increíble Hulk”. Pero atemperado en una habitación cerrada.

El primer síntoma que me advierte del cambio es físico. Las manos se me quedan heladas. No recuperarán la temperatura normal hasta el pitido final. El segundo es menos tangible, pero  definitivo.  El cerebro se me licua. No puedo hacer dos cosas a la vez. Mi grado de atención sólo obedece a un estímulo; la pantalla o el transistor.  La tercera consecuencia  es mucho más paranormal. Comienzo a hablar lenguajes ignotos. Arameo. Sánscrito. Y , para que todo conjugue acompasadamente necesito de una hidratación adecuada. Depende de las circunstancias, el vino, la cerveza o el gin-tonic son los mejores catalizadores  para que la “transformación” no vaya a mayores.

Eso sí, si alguien o algo, interrumpe  el aislamiento, se produce el caos.
Pasados los 90 minutos de juego, vuelvo a mi ser. Como un buceador  que emerge a la superficie siguiendo las recomendaciones de la descompresión.  De vuelta a la realidad, tras la repetición de las jugadas y las entrevistas a los protagonistas del encuentro,  el cuerpo se resiente del trance. Si hemos ganado,  la euforia enmascara las secuelas. Si por el contrario, el Athletic ha perdido, y además, merecidamente, el malestar te acompaña hasta el día siguiente. Como una resaca en la que tras el cabreo llega el momento de la compasión. Compasión sí, porque si durante el encuentro te acordaste, injustamente, de la madre del colegiado, ahora piensas en qué te habrá hecho la pobre mujer para ganarse tu ira.  Y reniegas de tanta mención impropia. ¿Por qué acordarnos solamente del segundo apellido de los árbitros?. Además, ¿a quien le importa el segundo apellido de los árbitros?. ¿Por qué los medios de comunicación cada vez que los citan lo hacen con las dos menciones antroponímicas? (Undiano Mallenco, Acebal Pezón, Japón Sevilla, Teixeira Vitienes, Sánchez Arminio).  En el fútbol de antes, bastaba nombrar a Guruceta  para decirlo todo.

Pobres madres. Se merecen un acto de reconocimiento por todo el daño injusto causado.
Mi comportamiento en los estadios me ha llevado a borrarme de la masa. El fútbol tiene su liturgia, sus reglas de juego. Respeto al deporte, al espectáculo y a las miles de almas que se reúnen a su alrededor.  Por eso, quienes se comportan alteradamente, como puede llegar a ser mi caso,  deben evitar  que su ánimo exacerbado empañe un ambiente excepcional. De los ultras, mejor no hablar. Los ultras, quienes hacen de la violencia, de la xenofobia  o de la provocación su acción principal, no deberían estar ni en un campo de fútbol ni en ningún ámbito de comunión social masiva. Por mucho que griten o aprieten en la grada. 

Demasiada tolerancia han tenido los clubs –también los nuestros-  con quienes han exhibido, a veces impunemente, actitudes deleznables que, en un momento dado pueden pasar, y pasan, de la violencia verbal a la física.

Mañana, domingo, las selecciones de Euskadi y Catalunya disputarán un hermoso partido de fútbol en el nuevo San Mamés. Con la reivindicación de la oficialidad para ambas escuadras. Oficialidad como la que tienen Escocia, Gales o... Gibraltar. Reconocimiento oficial para competir en representación de dos naciones que no abdican a ganarse el reconocimiento internacional.

El encuentro será en sí mismo un acto de relevancia social y política, además de un espectáculo deportivo de primer nivel. Pero, para estar a la altura  de lo que todos pretendemos,  deberán darse una serie de condiciones mínimas que garanticen la solvencia del evento. La misma solvencia, por ejemplo,  que comporta un enfrentamiento Inglaterra-Francia. Controles de seguridad que impidan introducir al campo material pirotécnico peligroso. Medidas cautelares  -como en cualquier otro partido de fútbol- que imposibilite  portar  elementos contundentes, bebidas alcohólicas o elementos que distorsionen el ambiente deportivo. Respeto a la simbología y a la representación institucional de ambos países. Cordialidad en las gradas. Que el espectáculo esté en el terreno de juego y las aficiones puedan expresarse libremente evitando actitudes  intolerantes o discriminatorias.

Que sea un partido homologable a cualquier otro organizado por la UEFA o la FIFA. Y , que , además sea una fiesta.

La federación Vasca de Fútbol tiene ante sí el reto de hacer creíble el carácter oficial  de las selecciones de Euskadi y Catalunya. En su mano está que nadie utilice la cita con fines ajenos a los establecidos –oficialidad y deporte-. Que  “los de siempre” no  rompan el carácter unitario del encuentro. Que los graderíos no se conviertan en un macrobotellón donde lo que pase en el césped importa bien poco. Entre petardos y consignas.

La Federación Vasca de Fútbol tiene ante sí el reto de hacernos creer que estamos a la altura de las circunstancias. Que son una entidad seria y equiparable a cualquier otra de nuestro ámbito europeo. Y que borre la sensación de años anteriores en los que el fútbol, la selección, fueron una excusa  perfecta para que algunos organizaran una fiestuki  por todo lo alto, dejando importantes daños en el mobiliario de estadio y , lo que es peor, en la imagen de seriedad  de este país.

Para mí, como para muchos,  conseguir  la oficialidad de la selección de Euskadi en fútbol –o en otro deporte- sería un sueño. También lo es para muchas familias que, en estas ocasiones, acuden con todos sus componentes al campo con el corazón en verde, blanco y rojo.  Ilusionados por su país y por el fútbol. 
Quienes sean incapaces de compartir ese espíritu, absténganse de ir a San Mamés. Si queremos oficialidad de verdad, actuemos con rigor. No demos ni una excusa a quienes prefieren contemplarnos como si fuéramos una pachanga. 



1 comentario:

  1. Muy buena entrada!!

    Una curiosidad. .. ¿cómo se le queda el cuerpo cuando el Athletic pierde injustamente? ...Por saber lo que perpetra Hulk en tales circunstancias....

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